La difteria es una enfermedad infecciosa causada por una bacteria, el bacilo corynebacterium diphtheriae, que produce una afectación de las vías respiratorias altas (garganta y nariz), aunque también puede generar daños en el corazón y el cerebro.
La enfermedad empieza a dar sus primeros síntomas entre el primer y el séptimo día después de que la bacteria haya penetrado en el organismo. Los síntomas de la difteria son:
Se propaga a través de las gotitas respiratorias que se generan con la tos o con los estornudos de una persona infectada o de alguien que sea portador de la bacteria, que puede contagiar la enfermedad hasta dos semanas después de infectarse. Una vez la bacteria se encuentra en el cuerpo, produce toxinas que se diseminan por el torrente sanguíneo al resto del cuerpo, dañando a otros órganos, como el corazón y el cerebro.
La única forma de prevenir la infección es mediante la vacunación. Las instituciones médicas recomiendan vacunar a todos los niños contra la difteria de forma rutinaria.
La vacuna de la difteria forma parte de las vacunas combinadas que incluyen otros componentes, por lo que está incluida en la vacuna hexavalente y la pentavalente, que se administran durante el primer y el segundo año de vida. Además, se administra una dosis de refuerzo durante la adolescencia, junto con la vacuna del tétanos y la de la tosferina.
Si un niño tiene difteria, se le deben dar antibióticos. Aunque algunos niños pasan la infección de forma leve, ésta puede llegar a producir la muerte por daño renal, inflamación del músculo cardíaco y obstrucción respiratoria. En los niños menores de cinco años, la muerte ocurre en uno de cada cinco afectados.